Resumen
El aumento
de la población inmigrante en nuestro país es más que evidente durante los
últimos once años. Es por ello que las personas tenemos que desarrollar
competencias comunicativas interculturales para promover relaciones
interculturales positivas y favorecer así una sociedad más inclusiva y atender
las necesidades educativas y culturales de todos. Para ello, se han
desarrollado una serie de propuestas formativas para alcanzar tal fin.
Palabras
clave
Inmigración,
Educación Intercultural, Competencias Comunicativas Interculturales, Formación
del profesorado.
1-Introducción
y Planteamiento de la situación
Resulta inadmisible negar
la diversidad cultural que predomina en nuestros centros educativos. En menos
de diez años, el % de población inmigrante ha aumentado de manera considerable,
sobre todo en algunas comunidades autónomas como Andalucía y Cataluña (Álvarez
y González, 2008). En cada una de las culturas existen una serie de creencias,
costumbres y formas de actuar ante cualquier ámbito de la vida cotidiana:
Trabajo, higiene, cocina, aficiones, gustos, etc. Algunas veces, debido a que
desconocemos cada uno de estos hábitos, puede llevar a que surjan una serie de
conflictos interculturales que llevan a malentendidos y a aumentar las
relaciones negativas entre personas de diferentes culturas.
Un ejemplo lo tenemos en el
estilo comunicativo. En Alemania el estilo comunicativo suele ser más directo
que en España. Esto quiere decir que a menudo las cosas se suelen expresar tal
y como son, también cuando implica un mensaje negativo. No queremos en ningún
momento estereotipar, pero muchos alemanes, para decir que no les gusta un
proyecto específico en un trabajo, utilizan directamente la palabra “no”,
mientras que en culturas de comunicación más indirecta un rechazo se suele
expresar de una forma más sutil, como un “quizás” o “ya veremos”. Un español,
menos acostumbrado a un estilo de comunicación directo, se puede ofender ante
un “no” directo, y un alemán, acostumbrado a que las cosas se digan tal y como
son, puede llevarse una sorpresa cuando la expresión que le dijeron de “bueno,
ya lo hablaremos” significaba un no. Podríamos mencionar muchos ejemplos
similares, pero la cuestión es que, debido a los hábitos, costumbres e incluso
significados de diversas expresiones, podemos llegar a malentendidos o incluso
que la comunicación entre personas de diferentes culturas no sea exitosa.
2-¿Cuáles
son las “competencias comunicativas interculturales” y por qué son importantes?
Hablamos de “comunicación
intercultural” cuando en una relación de comunicación en cualquier ámbito
(trabajo, escuela, ocio, convivencia, etc) intervienen personas con referentes
culturales lo suficientemente diferentes como para que ello pueda causar
algunas barreras importantes que alteren la eficacia comunicativa y por tanto afecte
a las relaciones interpersonales entre los interlocutores. Entre los obstáculos
que pueden surgir, se encuentran la influencia de estereotipos y prejuicios
en las personas que nos hacen crearnos unas “imágenes mentales” sobre unas
personas que pertenecen a grupos culturales específicos, generalizando ciertas
características a todos los pertenecientes a dichos grupos, y que pueden
influir en la comunicación en el sentido de que podremos reaccionar
negativamente ante estas personas o “cegarnos” ante otras características de
estas personas (desconfianza, no le hacemos caso, rechazamos sus propuestas
porque pensamos que tienen malas intenciones, rechazamos relacionarnos con
ellos por miedo a que puedan robarnos o fastidiarnos, etc). También destacamos
algunas actitudes etnocentristas de algunas personas, que piensan que su
cultura es el “centro del universo”, la única válida y verdadera y, por ello,
comparan el resto de culturas con respecto a la suya y siempre mirando a las
demás por encima de ellas. Esto puede llevar a que, por ejemplo, rechacemos
cualquier hábito, costumbre o conducta de una persona y a su vez a dicha
persona, por lo que no podremos nunca enriquecernos a través de la comunicación
con estas personas (por ejemplo: Idiomas, forma de trabajar, platos específicos
que no son comunes en nuestro país, juegos más peculiares, fiestas específicas,
etc). Este tipo de conductas pueden llevar a que discriminemos a las personas y
rechacemos comunicarnos con ellas. También influyen obstáculos contextuales,
como que exista una gran distancia cultural entre nosotros y tengamos
dificultades para respetarlas debido al “choque cultural” que se producen entre
las personas, de ahí a que terminen rechazándolas. Se produce una situación de
incertidumbre que lleva a la ansiedad y al rechazo de las relaciones
interculturales por miedo a que puedan salir perjudicados o sentirse incómodos
ante esta situación (Aneas, 2005; Terrén, 2001; Vilà, 2003).
Para favorecer unas
relaciones interpersonales interculturales entre las personas, es importante
que las personas desarrollemos “competencias comunicativas interculturales”.
Representan el conjunto de habilidades cognitivas y afectivas para manifestar
comportamientos apropiados y efectivos en un contexto social y cultural determinado
que favorezcan un grado de comunicación suficientemente eficaz. Entre ellas, se
encuentra la “apertura mental” de las personas hacia otras culturas y cualquier
actividad o circunstancia a las que no han estado acostumbrados. Entre estas
competencias, es fundamental que las personas sean abiertas a conocer y
concienciarse de los elementos comunicativos y culturales de las propias
culturas y de otras (como el caso del ejemplo mencionado al principio de esta
reflexión sobre los estilos comunicativos directo e indirecto) y ser capaz de
interpretar adecuadamente cada elemento dentro de su contexto cultural, ser
capaz de emitir respuestas emocionales positivas durante el contacto con las
personas de diferentes culturas y controlar las negativas (es lo que conocemos
como “inteligencia emocional”) y saber adaptarse al contexto cultural en el que
solemos trabajar (por ejemplo, en la cultura laboral japonesa, no está muy bien
visto interrumpir a las personas que hablan y a rechazar la realización de un
trabajo aunque no deseen hacerlo, y a veces les presionamos a ciertas personas
a realizar tareas que no desean y posteriormente se inventan una “excusa” para
evadirse, como la de ponerse enfermos y así tener un motivo para no ensuciar su
persona). Todos deben reconocer el derecho a la diferencia y al reconocimiento
de las identidades culturales de cada uno, de forma que pueden relacionarse en
contextos culturalmente diversos sin tener que rechazar su identidad cultural,
aunque siempre flexibilizándola de forma que su comportamiento pueda aceptar
éstas e incluso enriquecerse y evolucionar su propia identidad cultural
(Iglesias, 2003; Vilà, 2003).
Entre otras habilidades
fundamentales, se encuentra la de saber resolver conflictos interculturales
de forma adecuada. Para ello, debemos analizar el contexto de la situación,
permitiendo que todos los participantes expresen su punto de vista y analizar
las características culturales que han podido influir en la conducta de cada
uno de ellos. Posteriormente, se debe negociar una solución que pueda
satisfacer a todos, de manera que la clave se encuentre en mejorar la
comunicación entre ambas personas, de forma que cada uno entienda la conducta
de cada sujeto a raíz de sus creencias culturales y ambos planifiquen una
solución en la que actúen de forma que nadie se sienta ofendido. Si las
personas han desarrollado sus competencias comunicativas interculturales de
forma adecuada, podrán resolver estos conflictos y aprovecharlas como
“oportunidades para el aprendizaje” para seguir progresando y mejorando
positivamente sus relaciones (Vilà, 2003).
También consideramos
fundamental, además de la ya denominada conciencia cultural, desarrollar
habilidades interculturales que permitan desarrollar habilidades
comunicativas verbales y no verbales que favorezcan una interacción efectiva
entre las personas de diferentes culturas. Para ello, no debemos emplear
expresiones coloquiales o locales cuyo significado no sea identificado por
otras personas y pueden llevar a malentendidos, debemos repetir aquellas ideas
más importantes de nuestro discurso, mencionar diferentes expresiones
(sinónimos) para una misma idea, preguntarle a la otra persona aquello que no
entendamos (por ejemplo: ¿Qué significa la expresión de “pelotudo”, muy
utilizada en Argentina?), emplear gestos visuales universales que ayuden a
clarificar el significado de nuestro mensaje (no debemos olvidar que hay gestos
que tienen otro significado en otras culturas), etc (Iglesias, 2003).
Finalmente, también destacamos desarrollar una aceptable sensibilidad
intercultural de forma que las personas seamos capaces de integrar en
nuestra forma de pensar la existencia de diferencias culturales entre nosotros
y saber reaccionar emocionalmente de forma adecuada ante situaciones
particulares y nuevas que podemos encontrarnos (por ejemplo, se incorpora a una
clase una alumna alemana que no domina aún el castellano, y desea comunicarse
con nosotros) (Vilà, 2006).
3-Propuestas
formativas para los agentes educativos: Profesorado, Alumnado y Familias
Una vez que hemos analizado
los aspectos fundamentales a tener en cuenta dentro de la comunicación
intercultural, es el momento de plantear una serie de propuestas de formación
para los agentes educativos. Cuando hablamos de “agentes educativos” no solamente
nos referimos al profesorado de los centros educativos, sino también a todos
aquellos especialistas que intervengan en contextos culturalmente diversos
(educadores sociales, psicólogos, pedagogos, monitores, trabajadores sociales,
psicopedagogos, etc), al propio alumnado (no olvidemos que a través del
aprendizaje cooperativo cada uno puede enriquecerse con nuevos conocimientos y
habilidades) y a las familias. He revisado algunos artículos y textos que
analizan la comunicación intercultural, e identifico como significativas las
siguientes propuestas:
1. Visualización
de películas en el que se recojan conflictos interculturales y situaciones
comunicativas en el cual trabajen y convivan personas de diferentes culturales.
Crear un “cine-fórum” en el cual se reflexione sobre la actitud de cada uno de
los personajes y qué podríamos mejorar para favorecer una mejor comunicación
intercultural.
2. Análisis
de diversos casos prácticos en los cuales analicemos el origen del conflicto
intercultural y planteemos una solución que permita favorecer a todos los
participantes del conflicto, partiendo de la diversidad cultural de dichos
participantes y siempre de forma que se parta del estado inicial de las
habilidades interculturales, la conciencia cultural y la sensibilidad intercultural
de los participantes, con el objetivo de evolucionarlas. Este tipo de
actividades también podrían llevarse a cabo a través de juegos de roles en los
cuales el alumnado (incluyendo aquí, por ejemplo, a profesionales del ámbito
educativo o estudiantes de Magisterio, entre otros) represente la resolución de
este caso como si se llevase a cabo en la realidad y el resto de alumnos lo
analizasen y reflexionasen sobre su resolución.
3. Es
fundamental desarrollar las competencias comunicativas interculturales en todos
los agentes educativas. Antes de comenzar, es importante realizar un
diagnóstico del estado inicial de nuestros agentes en dichas competencias.
Existen algunos instrumentos de investigación que pueden sernos muy útiles para
conseguir este fin: Cuestionario sobre comunicación intercultural, Escala de
sensibilidad intercultural y el Test de competencia comunicativa intercultural
(Vilà, 2003). Otras técnicas se encontrarían en los propios casos prácticos que
resuelvan, observación etnográfica de situaciones comunicativas
interculturales, entrevistas etnográficas a alumnos de diferentes culturas
acerca de sus relaciones con los demás, etc. Una vez realizado el diagnóstico,
tenemos que plantear una intervención basada en el desarrollo de dichas competencias,
a través de dinámicas de grupo, resolución de dilemas morales, juegos de roles,
simulaciones, observación de experiencias, representación de obras de teatro,
etc.
4. Entre
las dinámicas, deben plantearse algunas relacionadas con la reducción y eliminación
de estereotipos y prejuicios negativos. Podríamos plantear dinámicas en las
cuales se les diese una mayor información sobre las diferencias culturales de
forma que se contradigan dichos estereotipos, de manera que aprendamos a
valorar a las personas por sus características internas y no por creencias que
se han generalizado. Un ejemplo de actividad sería, por ejemplo, mostrarles una
fotografía de una persona de raza negra y que describiesen cómo llegó a nuestro
país, a qué se dedica, qué formación tiene, etc. Posteriormente, le daríamos la
caracterización real de ese sujeto (por ejemplo, puede que dijesen que vino en
patera y que trabajar recogiendo fresas, y en realidad vino en avión y es
médico). Entre otras actividades, podríamos llevar a cabo la enseñanza de
estrategias para la inducción de constructos: Percepción y creación de
discrepancias, toma de perspectiva, el “autofoco”, etc (Álvarez Castillo y
González Moste, 2007). Aquí podríamos incluir el análisis de noticias
relacionadas con la inmigración y los grupos minoritarios, acerca de la
objetividad de estos medios de comunicación al transmitir la información,
analizando si solamente muestran “imágenes sueltas” sin analizar el origen y
causas, mostrándonos solamente aquellas imágenes negativas (a veces por
intereses políticos y empresariales) y que influyen en la creación de dichos
estereotipos y prejuicios (Prats y Elisabet, 2007). En el aula podríamos
analizar las causas que influyen en los procesos migratorios de las personas a
otros países, la influencia del fenómeno de la globalización y del inadecuado
reparto de recursos en nuestro planeta, analizar la realidad socioeconómica y
geográfica de los países de donde proceden los inmigrantes, etc.
5. Para
eliminar las conductas etnocentristas, deberíamos favorecer la conciencia y el
conocimiento de las diferentes culturas y formas de realizar las cosas en cada
ámbito. Se trata de entender que existen diferentes “formas de vida”, y que la
nuestra no es solamente la única, al igual que existen muchas religiones. Para
ello, podemos organizar charlas, jornadas interculturales, proyectos de
investigación, visionado de películas, lectura de historietas, debates, obras
de teatro, etc. Dentro de este tipo de dinámicas, podríamos trabajar otras
actividades que ayudasen a fomentar la solidaridad, la empatía cultural, la
empatía por estilo de trabajo.
6. Llevar
a cabo un programa de entrenamiento en habilidades sociales: Iniciar una
conversación, mantener y finalizar conversaciones, pedir un favor, saber decir
que no, asertividad, resolución de conflictos, trabajo cooperativo, hablar en
público, etc (Michelson, 1987). Dentro de estas habilidades, deberíamos
trabajar actividades que ayudasen a desarrollar la paciencia y la flexibilidad
en las personas a la hora de establecer una comunicación o trabajar en equipo
con las personas. También aquí podríamos introducir el entrenamiento en
habilidades interculturales: Comprensión de la propia cultura y de las otras,
tolerancia a la ambigüedad, flexibilidad cognitiva y comportamental, habilidad
para no enjuiciar, deseo de revelar información sobre uno mismo, habilidades
para afrontar conflictos interculturales, habilidades para la formación de
relaciones y disfrute de éstas, etc (Maya, 2002).
7. Hemos
mencionado los “conflictos interculturales”. Podríamos crear talleres en los
cuales nuestros agentes educativos aprendiesen a resolver conflictos
interculturales de forma aceptable, entre los cuales podrían encontrarse
algunos de los siguientes: Dificultades escolares, desconocimiento del idioma o
de expresiones, discrepancias entre costumbres y estilos comunicativos (estilos
directo e indirecto, costumbres culinarias, costumbres de decoración de los
hogares, hospitalidad, convivencia, higiene, etc), discrepancias entre hábitos
de trabajo, conflictos basados en creencias religiosas, etc. Dentro de esta
intervención, se encontraría la canalización de las emociones a la hora de
llevar a cabo la resolución del conflicto (superar los miedos, humanizarse,
reconocer el “dolor” del otro y empatizar con él), buscar necesidades comunes,
buscar soluciones creativas de forma que puedan satisfacerse las necesidades e
intereses de todos, etc (Barbero, Vidal, Barbeito et al, 2006). Un ejemplo de
conflicto que podría llevar a la reflexión sería el siguiente: “Un profesor
de Ciencias Sociales cuenta una anécdota acerca de la conservación del jamón
serrano, y en el aula se encuentra un niño marroquí que se ofende con ese
comentario y le pide que lo retire, pero el profesor se niega a hacerlo al ser
el jamón serrano algo característico de España. ¿Qué debería hacerse?”.
8. Talleres
sobre comunicación intercultural en los cuales se trabaje la comunicación
verbal y no verbal enfocada a desarrollar relaciones comunicativas
interculturales adecuadas. A modo de sugerencia, podríamos analizar la
influencia de fenómenos como el de la globalización que provocan que haya
lenguas que se encuentren en periodo de extinción (ej: el “quechua”). Aunque es
cierto que se está intentando llevando a cabo políticas de conservación del
patrimonio lingüístico, podríamos con los alumnos trabajar algunas de estas
lenguas (murales, creaciones artísticas, crear un blog sobre estas lenguas), de
manera que difundamos la concienciación de conservar estas lenguas (Guyot,
2010).
9. Llevar
a cabo dinámicas enfocadas al aumento del autoestima y autoconcepto, esenciales
para desarrollar adecuadamente una comunicación intercultural. También debemos
intentar que todos se encuentren lo suficientemente motivados como para iniciar
relaciones interculturales y que se muestren implicados en ellas, teniendo
interés en conocer otras culturas y predispuesto a aprender de aquellas
personas con las que interactúe.
10. Crear redes
sociales que permitan favorecer la comunicación intercultural entre personas de
diferentes culturas. Por un lado, potenciar la asistencia asociaciones y
organizaciones no gubernamentales que se dediquen a atender a las personas
inmigrantes o de minorías culturales, en donde, entre otros contenidos, se
trabajen sus propias competencias comunicativas interculturales para que se
comuniquen con los autóctonos, además de invitar a todos los autóctonos (y aquí
se incluyen los agentes educativos) a asistir a las sesiones y dinámicas
organizadas por las asociaciones de forma que tanto autóctonos como inmigrantes
puedan desarrollar juntos sus competencias a la vez que llevan a la práctica lo
aprendido. Estas mismas asociaciones podrían crear redes sociales telemáticas
(Tuenti, Facebook) en donde se favorezca la comunicación entre estas personas (Aguaded,
Rodríguez Cárdenas y Dueñas, 2008).
Todas estas técnicas deben
aplicarse con cada uno de los agentes educativos mencionados. Podríamos
profundizar más sobre cada uno de estos criterios, pero al menos se ha diseñado
una guía que sirve de orientación para todos aquellos profesionales que deseen
desarrollar competencias comunicativas interculturales.
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