domingo, 5 de octubre de 2014

Primero los niños, luego el colegio, y por último yo

Hay veces en que uno en la vida debe tomar decisiones donde debe anteponer las circunstancias y el futuro de unas pequeñas personas antes que el tuyo. Es lo que me ha pasado a mí en mi última experiencia como funcionario interino en un centro educativo.

Cierto es que no era la primera vez que trabajaba con niños, aunque sobre todo trabajé como monitor y dando clases particulares. Tuve algunas veces problemas controlando el clima y motivando al alumnado, pero nunca llegando a extremos como el de ahora. El curso pasado también estuve casi mes y medio dando clase a niños, en dos municipios diferentes, y en uno de ellos tuve dificultades al principio pero poco a poco fue mejorando la cosa y gracias a la colaboración de mis compañeros docentes. Luego estuve el resto del curso en un centro de educación para personas adultas. Es otro mundo diferente, con otro tipo de problemas, de los cuales algunos pude resolver mejor y otros no tanto, pero siempre se aprendió algo y hubo gente que progresó. Ahora para este curso volví a un nuevo centro educativo a trabajar con niños pequeños.

Se dice que los niños son muy astutos, porque primero te ponen a prueba y si ven que pueden aprovecharse de ti y romper las normas, pueden hacerlo. Solo estoy hablando de algunos niños, no todos son así. Influye también la educación que hayan recibido de sus padres y de sus otros maestros. Primero todos comienzan muy tranquilitos, recibiéndote con afecto y escuchándote. Aunque hayas trabajado las normas, es difícil a veces que consigan reflexionar sobre su importancia. Yo las he trabajado, y también se pactaron recompensas y sanciones. Puedo entender que me digan que me digan que me tocó un contexto complicado, y que estuvieron desde el principio del curso sin un tutor de referencia, pasando numerosos profesores por la clase. Pero siempre que entraba un miembro del equipo directivo u otro compañero docente, la situación cambiaba. El problema estaba en mí como figura de autoridad (que no autoritaria) y como gestor del clima del aula.

Al principio se tuvieron dificultades, pero con esfuerzo se trabajaba. No eran muchos alumnos, 25 niños y niñas de 2º de Educación Primaria. Luego tenía un niño con trastorno mixto del desarrollo del lenguaje y una niña con discapacidad cognitiva leve, una niña diagnosticada de “inmadurez”, un niño y una niña con familia desestructurada, un niño con problemas de integración en el aula, y luego algunos que simplemente eran muy nerviosos y revoltosos. Cada vez la cosa iba a peor, con numerosos conflictos dentro del aula. Alumnos demasiado inquietos, pero que se peleaban entre ellos y chillaban. De los 25, puede que 20 de ellos estuvieran en ese plan. ¿Saben qué es ver a una niña clavarle un lápiz en la mano y que al día siguiente aparezca con un vendaje? ¿O que un niño cada día pegue al resto de sus compañeros continuamente? ¿O que se golpeen la cabeza con una botella de agua? Cuando se trata de un caso puntual, se puede controlar, pero si están 20 niños y niñas de esos 25 en esa actitud y estás sólo en el aula, la situación resulta desbordante. ¿Cómo podía yo intervenir con ese pequeño con trastorno del lenguaje que no tenía ni siquiera libros, si tenía que perder el tiempo controlando el orden? ¿O hacer fotocopias del libro para aquellos que aún no los habían comprado por problemas económicos, si tenía que controlar el orden porque lógicamente no podía darles la espalda para hacerlas (encima un día se me atascó la máquina)? Y un día casi dos padres se pelean en el pasillo porque sus hijos se habían pegado en la fila. Hay que tener 1.000 ojos cuando se trabaja en grupos así.

El equipo directivo y compañeros docentes me asesoraron dándome ideas para trabajar las normas y mejorar el clima del aula, de tipo conductistas. También se me recomendó darles más afecto y reforzamiento positivo. No solo alabando sus progresos, sino regalando gomets y premiando con participar en juegos de convivencia al final de la semana (para ellos era solamente “juegos”). Pues bien, comencé a aplicarlas, y la cosa fue a peor. Ya resultaba imposible dar clase, no se avanzaba nada prácticamente. Continuamente levantándose, jugando, no escuchándome nada de lo que les decía ni les pedía, pegándose entre ellos, etc. El ruido era horroroso, molestando a los pobres niños de 1º. Estos sin embargo eran tranquilos y bien educados, sea porque habían estado siempre con la misma profesora desde el principio, o simplemente porque cada aula es un mundo diferente. Lo sé porque yo les daba clase de Valores Sociales y Cívicos (la nueva materia LOMCE, como alternativa a la Religión Católica en este caso), y Educación Plástica, además de los apoyos. Daba igual los castigos, las charlas y las reflexiones de grupo, o dialogar con ellos individualmente y agachándome para que todo fuese más cercano. No me olvido a dos niños que se habían pegado un día, y tras prometerme que iban a ser amigos (los dos encima eran nuevos en el colegio) y chocar los cinco los tres, a los dos minutos me encuentro con que en el patio uno le había mordido al otro mientras jugaban al fútbol, y éste le respondió con una patada. Eso sí, admitían que se habían portado mal, incluso delante de sus padres.

Los padres se quejaban al equipo directivo de la situación de la clase. Uno tras otro, sin consultarle primero al tutor, tal vez por ser nuevo. La situación era crítica, y ya no podíamos seguir así. Se decidió llamar a la inspección cuanto antes. Si los padres denunciaban a la inspección, que era ya el siguiente paso, las consecuencias habrían sido peores. Nos reunimos, y se analizó la situación y mi experiencia anterior con niños y sobre todo con la enseñanza de adultos, un contexto diferente. En los apuntes de la inspectora, al lado de mi nombre aparecía “Incapacidad para gestionar el aula” (algo así). Obviamente no se me iba a enviar a nadie para ayudarme, de quien yo podría aprender, y el centro educativo era pequeño y no disponía de profesores que estuviesen exclusivamente para apoyar a otros. La solución pasaba por el cambio, porque se vio que no había progresos por mi cuenta a pesar de mis esfuerzos. Estaba al borde de abrírseme un expediente, y siendo interino las consecuencias habrían sido horribles. Renunciar voluntariamente conllevaba la salida del centro y de las listas, pero no se estaba obligado a justificar nada y se terminaba la relación pacíficamente. Intenté el último día, aunque estaba “tocado”, dar las clases. No tuve problemas con los pequeños de 1º para darles Valores y Plástica, y hasta nos lo pasamos bien, pero con mi grupo...Imposible. Ni siquiera, cuando les decía que me despedía, me dejaron contarles una historia. Una historia con la que quería que reflexionasen sobre la oportunidad que tenían de estudiar al tener los medios, los cuales no tuvieron personas mayores a las que di clase en mi anterior centro de adultos. Nada. Algunos se reían diciéndome “¡Te han despedido!”, y otros me hicieron un dibujo y me los regalaron. No pude ni siquiera firmarles una nota de despedida.

En conclusión, se acabó mi etapa en la Comunidad de Madrid, por ahora. Demasiado pronto, porque al menos podía haber estado trabajando tres años más. En solo dos semanas que he estado en el colegio, estoy fuera, y llevaba una semana en mi nuevo piso. En una semana he tenido que hacer dos mudanzas. Tomé la decisión de aceptar la renuncia voluntaria pensando en los niños. Los niños son lo primero, y la situación de la clase era insostenible. Su aprendizaje estaba en juego, y ahora que estábamos a día 2 de octubre todavía se estaba a tiempo de salvar el grupo a tiempo. Y también a algunos niños en concreto, y hablé con algunos padres antes de irme para darle consejos para poder salvar a tiempo la situación crítica de sus hijos. También lo hice pensando en el equipo directivo, que me había ayudado desde el principio pero ya estaba muy tenso con la situación del aula y con las familias. Me preguntaron varias veces si estaba seguro, pero ¿qué otra opción me quedaba? ¿Esperar a la apertura del expediente y a la denuncia de las familias a inspección o incluso a la policía (por las agresiones entre los niños)? ¿A provocar un caos en el centro? Era o el centro educativo o yo.

Valoraron la decisión como honesta, coherente, responsable y no egoísta por mi parte. Si pidiera la baja médica, ¿de qué serviría si cuando terminase acabarían en ese momento de reponer mi plaza por la normativa que hace tardar 15 días en reponer las vacantes? Estoy triste por todo lo sucedido, y por lo que se ha perdido, pero creo que hice bien. Viendo las dificultades que he tenido para gestionar el clima de aulas de niños, tal vez sea, como dicen algunos, que mi vía educativa es la de trabajar con alumnos más mayorcitos o como orientador. Compañeros me animaron amablemente y me dijeron que nadie nace aprendido, y que todo irá a mejor cuando tenga más experiencia. Otros dijeron que el castigo de la expulsión de las bolsas era excesivo, pero así funciona el sistema. Cuando se es funcionario de carrera, todavía puede haber una reubicación. Siendo interino, y con lo llenas que están las bolsas, no vale la pena calentarse la cabeza en eso.

De nada sirve saber cómo enseñar lengua y matemáticas (por ejemplo) si previamente no sabes gestionar el clima del aula y motivar al alumnado para que se den las condiciones adecuadas para dar clase. En la Universidad se trabaja poco la práctica en ese sentido. Se han estudiado muchas teorías de autores como Skinner, pero no siempre son eficaces, y a veces parece que estamos manipulándoles el comportamiento con esas técnicas cuando en realidad no han interiorizado la importancia de un valor o de cumplir una serie de normas. Son niños, aún deben madurar. Y obviamente, no se les puede tener rencor a unos niños cuando tu deber es educarlos en colaboración con las familias. Sí, yo soy de los que piensan que la educación se da tanto en casa como en la escuela de forma colaborativa, y no que unos educan y otros solo se dedican a formar.

Por mi parte, creo que para ser docente, no solamente basta con tener unos estudios de formación pedagógica y unos conocimientos de las materias a impartir. También es importante tener una serie de actitudes que tienen más que ver con la personalidad. Desde la de no ser un “cagón” (algo que con el paso del tiempo fui mejorando a medida que iba ganando experiencia y ya me “arrojaba” a experimentar propuestas didácticas), hasta la de no ser un “blando”. Esto último intento mejorarlo día a día, pero aún no logro transmitir lo contrario. Aunque reacciono, a veces lo he llegado a hacer demasiado tarde o ha impactado poco la reacción. Esto conlleva a que no se me tome en serio en determinados momentos. También debo ser más paciente y evitar soltar gritos cuando el alumnado hace travesuras inoportunas en clase y no hacen caso al diálogo y a la reflexión, porque al final el alumnado se revuelve más.


Ahora se cierra una puerta, y ahora se abrirá otra puerta. Se ha frustrado la última experiencia docente, y una pena porque empecé ilusionado una vez me mudé al barrio. Por primera vez tenía un piso para mí solo, precioso además. Ahora hay que pasar página y pensar en nuevos proyectos educativos. Tal vez en otro país...

6 comentarios:

  1. Demuestras ser una persona honesta y comprometida. Valores q yo querría en un profesor para mis hijos. No te rindas!

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  2. Muchas gracias, Ana. Ahora toca comenzar una nueva vida. Un fuerte abrazo para todos.

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  3. Habría que ver el comportamiento del grupo antes y después de ti. No digo yo que todo recaiga sobre los niños, pero tampoco sobre ti. De todas formas te has/n dado muy poco tiempo. En menos de un mes no se reconduce una situación como esa, con tantos casos particulares y de distinta índole y tan mal ambiente grupal. Ánimo! Y enhorabuena por tu autocrítica constructiva. Poca gente reconoce sus puntos débiles; más bien se tiende a echar balones fuera.
    Un abrazo

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    1. Muchas gracias por vuestros apoyos. Sobre todo el problema estaba en mí como figura de autoridad y de respeto para el alumnado. No basta con creérselo, sino también saber serlo y transmitírselo. Puede que fuese poco tiempo dos semanas, pero en la realidad hay que saber responder bien desde el principio, y ya no tenía más margen de tiempo. Sobre todo era controlar el ambiente grupal, lo otro se podía llevar si lo primero estaba controlado. Ya pediré ayuda para mejorar esto, a especialistas.

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  4. ¡Hola Rafael! Has tomado una decisión muy difícil y muy valiente, aunque, por todo lo que explicas, también muy meditada. Es una pena que no hayas dispuesto de más tiempo para poder reconducir esa situación. Te deseo mucha suerte en tus nuevos proyectos!

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    1. Muchas gracias por tus apoyos. Necesito ahora un tiempo para pensarlo, sin tomar decisiones precipitadas. En esta salía yo perjudicado, pero sobre todo ganarán los niños si llega alguien que tenga más experiencia en "ganarse" a niños con autoridad. Tal vez trabajar con personas más mayores sea mi camino, o la orientación. El tiempo lo dirá.

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