Hay
veces en que uno en la vida debe tomar decisiones donde debe
anteponer las circunstancias y el futuro de unas pequeñas personas
antes que el tuyo. Es lo que me ha pasado a mí en mi última
experiencia como funcionario interino en un centro educativo.
Cierto
es que no era la primera vez que trabajaba con niños, aunque sobre
todo trabajé como monitor y dando clases particulares. Tuve algunas
veces problemas controlando el clima y motivando al alumnado, pero
nunca llegando a extremos como el de ahora. El curso pasado también
estuve casi mes y medio dando clase a niños, en dos municipios
diferentes, y en uno de ellos tuve dificultades al principio pero
poco a poco fue mejorando la cosa y gracias a la colaboración de mis
compañeros docentes. Luego estuve el resto del curso en un centro de
educación para personas adultas. Es otro mundo diferente, con otro
tipo de problemas, de los cuales algunos pude resolver mejor y otros
no tanto, pero siempre se aprendió algo y hubo gente que progresó.
Ahora para este curso volví a un nuevo centro educativo a trabajar
con niños pequeños.
Se
dice que los niños son muy astutos, porque primero te ponen a prueba
y si ven que pueden aprovecharse de ti y romper las normas, pueden
hacerlo. Solo estoy hablando de algunos niños, no todos son así.
Influye también la educación que hayan recibido de sus padres y de
sus otros maestros. Primero todos comienzan muy tranquilitos,
recibiéndote con afecto y escuchándote. Aunque hayas trabajado las
normas, es difícil a veces que consigan reflexionar sobre su
importancia. Yo las he trabajado, y también se pactaron recompensas
y sanciones. Puedo entender que me digan que me digan que me tocó un
contexto complicado, y que estuvieron desde el principio del curso
sin un tutor de referencia, pasando numerosos profesores por la
clase. Pero siempre que entraba un miembro del equipo directivo u
otro compañero docente, la situación cambiaba. El problema estaba
en mí como figura de autoridad (que no autoritaria) y como gestor
del clima del aula.
Al
principio se tuvieron dificultades, pero con esfuerzo se trabajaba.
No eran muchos alumnos, 25 niños y niñas de 2º de Educación
Primaria. Luego tenía un niño con trastorno mixto del desarrollo
del lenguaje y una niña con discapacidad cognitiva leve, una niña
diagnosticada de “inmadurez”, un niño y una niña con familia
desestructurada, un niño con problemas de integración en el aula, y
luego algunos que simplemente eran muy nerviosos y revoltosos. Cada
vez la cosa iba a peor, con numerosos conflictos dentro del aula.
Alumnos demasiado inquietos, pero que se peleaban entre ellos y
chillaban. De los 25, puede que 20 de ellos estuvieran en ese plan.
¿Saben qué es ver a una niña clavarle un lápiz en la mano y que
al día siguiente aparezca con un vendaje? ¿O que un niño cada día
pegue al resto de sus compañeros continuamente? ¿O que se golpeen
la cabeza con una botella de agua? Cuando se trata de un caso
puntual, se puede controlar, pero si están 20 niños y niñas de
esos 25 en esa actitud y estás sólo en el aula, la situación
resulta desbordante. ¿Cómo podía yo intervenir con ese pequeño
con trastorno del lenguaje que no tenía ni siquiera libros, si tenía
que perder el tiempo controlando el orden? ¿O hacer fotocopias del
libro para aquellos que aún no los habían comprado por problemas
económicos, si tenía que controlar el orden porque lógicamente no
podía darles la espalda para hacerlas (encima un día se me atascó
la máquina)? Y un día casi dos padres se pelean en el pasillo
porque sus hijos se habían pegado en la fila. Hay que tener 1.000
ojos cuando se trabaja en grupos así.
El
equipo directivo y compañeros docentes me asesoraron dándome ideas
para trabajar las normas y mejorar el clima del aula, de tipo
conductistas. También se me recomendó darles más afecto y
reforzamiento positivo. No solo alabando sus progresos, sino
regalando gomets y premiando con participar en juegos de convivencia
al final de la semana (para ellos era solamente “juegos”). Pues
bien, comencé a aplicarlas, y la cosa fue a peor. Ya resultaba
imposible dar clase, no se avanzaba nada prácticamente.
Continuamente levantándose, jugando, no escuchándome nada de lo que
les decía ni les pedía, pegándose entre ellos, etc. El ruido era
horroroso, molestando a los pobres niños de 1º. Estos sin embargo
eran tranquilos y bien educados, sea porque habían estado siempre
con la misma profesora desde el principio, o simplemente porque cada
aula es un mundo diferente. Lo sé porque yo les daba clase de
Valores Sociales y Cívicos (la nueva materia LOMCE, como alternativa
a la Religión Católica en este caso), y Educación Plástica,
además de los apoyos. Daba igual los castigos, las charlas y las
reflexiones de grupo, o dialogar con ellos individualmente y
agachándome para que todo fuese más cercano. No me olvido a dos
niños que se habían pegado un día, y tras prometerme que iban a
ser amigos (los dos encima eran nuevos en el colegio) y chocar los
cinco los tres, a los dos minutos me encuentro con que en el patio
uno le había mordido al otro mientras jugaban al fútbol, y éste le
respondió con una patada. Eso sí, admitían que se habían portado
mal, incluso delante de sus padres.
Los
padres se quejaban al equipo directivo de la situación de la clase.
Uno tras otro, sin consultarle primero al tutor, tal vez por ser
nuevo. La situación era crítica, y ya no podíamos seguir así. Se
decidió llamar a la inspección cuanto antes. Si los padres
denunciaban a la inspección, que era ya el siguiente paso, las
consecuencias habrían sido peores. Nos reunimos, y se analizó la
situación y mi experiencia anterior con niños y sobre todo con la
enseñanza de adultos, un contexto diferente. En los apuntes de la
inspectora, al lado de mi nombre aparecía “Incapacidad para
gestionar el aula” (algo así). Obviamente no se me iba a enviar a
nadie para ayudarme, de quien yo podría aprender, y el centro
educativo era pequeño y no disponía de profesores que estuviesen
exclusivamente para apoyar a otros. La solución pasaba por el
cambio, porque se vio que no había progresos por mi cuenta a pesar
de mis esfuerzos. Estaba al borde de abrírseme un expediente, y
siendo interino las consecuencias habrían sido horribles. Renunciar
voluntariamente conllevaba la salida del centro y de las listas, pero
no se estaba obligado a justificar nada y se terminaba la relación
pacíficamente. Intenté el último día, aunque estaba “tocado”,
dar las clases. No tuve problemas con los pequeños de 1º para
darles Valores y Plástica, y hasta nos lo pasamos bien, pero con mi
grupo...Imposible. Ni siquiera, cuando les decía que me despedía,
me dejaron contarles una historia. Una historia con la que quería
que reflexionasen sobre la oportunidad que tenían de estudiar al
tener los medios, los cuales no tuvieron personas mayores a las que
di clase en mi anterior centro de adultos. Nada. Algunos se reían
diciéndome “¡Te han despedido!”, y otros me hicieron un dibujo
y me los regalaron. No pude ni siquiera firmarles una nota de
despedida.
En
conclusión, se acabó mi etapa en la Comunidad de Madrid, por ahora.
Demasiado pronto, porque al menos podía haber estado trabajando tres
años más. En solo dos semanas que he estado en el colegio, estoy
fuera, y llevaba una semana en mi nuevo piso. En una semana he tenido
que hacer dos mudanzas. Tomé la decisión de aceptar la renuncia
voluntaria pensando en los niños. Los niños son lo primero, y la
situación de la clase era insostenible. Su aprendizaje estaba en
juego, y ahora que estábamos a día 2 de octubre todavía se estaba
a tiempo de salvar el grupo a tiempo. Y también a algunos niños en
concreto, y hablé con algunos padres antes de irme para darle
consejos para poder salvar a tiempo la situación crítica de sus
hijos. También lo hice pensando en el equipo directivo, que me había
ayudado desde el principio pero ya estaba muy tenso con la situación
del aula y con las familias. Me preguntaron varias veces si estaba
seguro, pero ¿qué otra opción me quedaba? ¿Esperar a la apertura
del expediente y a la denuncia de las familias a inspección o
incluso a la policía (por las agresiones entre los niños)? ¿A
provocar un caos en el centro? Era o el centro educativo o yo.
Valoraron
la decisión como honesta, coherente, responsable y no egoísta por
mi parte. Si pidiera la baja médica, ¿de qué serviría si cuando
terminase acabarían en ese momento de reponer mi plaza por la
normativa que hace tardar 15 días en reponer las vacantes? Estoy
triste por todo lo sucedido, y por lo que se ha perdido, pero creo
que hice bien. Viendo las dificultades que he tenido para gestionar
el clima de aulas de niños, tal vez sea, como dicen algunos, que mi
vía educativa es la de trabajar con alumnos más mayorcitos o como
orientador. Compañeros me animaron amablemente y me dijeron que
nadie nace aprendido, y que todo irá a mejor cuando tenga más
experiencia. Otros dijeron que el castigo de la expulsión de las
bolsas era excesivo, pero así funciona el sistema. Cuando se es
funcionario de carrera, todavía puede haber una reubicación. Siendo
interino, y con lo llenas que están las bolsas, no vale la pena
calentarse la cabeza en eso.
De
nada sirve saber cómo enseñar lengua y matemáticas (por ejemplo)
si previamente no sabes gestionar el clima del aula y motivar al
alumnado para que se den las condiciones adecuadas para dar clase. En
la Universidad se trabaja poco la práctica en ese sentido. Se han
estudiado muchas teorías de autores como Skinner, pero no siempre
son eficaces, y a veces parece que estamos manipulándoles el
comportamiento con esas técnicas cuando en realidad no han
interiorizado la importancia de un valor o de cumplir una serie de
normas. Son niños, aún deben madurar. Y obviamente, no se les puede
tener rencor a unos niños cuando tu deber es educarlos en
colaboración con las familias. Sí, yo soy de los que piensan que la
educación se da tanto en casa como en la escuela de forma
colaborativa, y no que unos educan y otros solo se dedican a formar.
Por
mi parte, creo que para ser docente, no solamente basta con tener
unos estudios de formación pedagógica y unos conocimientos de las
materias a impartir. También es importante tener una serie de
actitudes que tienen más que ver con la personalidad. Desde la de no
ser un “cagón” (algo que con el paso del tiempo fui mejorando a
medida que iba ganando experiencia y ya me “arrojaba” a
experimentar propuestas didácticas), hasta la de no ser un “blando”.
Esto último intento mejorarlo día a día, pero aún no logro
transmitir lo contrario. Aunque reacciono, a veces lo he llegado a
hacer demasiado tarde o ha impactado poco la reacción. Esto conlleva
a que no se me tome en serio en determinados momentos. También debo
ser más paciente y evitar soltar gritos cuando el alumnado hace
travesuras inoportunas en clase y no hacen caso al diálogo y a la
reflexión, porque al final el alumnado se revuelve más.
Ahora
se cierra una puerta, y ahora se abrirá otra puerta. Se ha frustrado
la última experiencia docente, y una pena porque empecé ilusionado
una vez me mudé al barrio. Por primera vez tenía un piso para mí
solo, precioso además. Ahora hay que pasar página y pensar en
nuevos proyectos educativos. Tal vez en otro país...
Demuestras ser una persona honesta y comprometida. Valores q yo querría en un profesor para mis hijos. No te rindas!
ResponderEliminarMuchas gracias, Ana. Ahora toca comenzar una nueva vida. Un fuerte abrazo para todos.
ResponderEliminarHabría que ver el comportamiento del grupo antes y después de ti. No digo yo que todo recaiga sobre los niños, pero tampoco sobre ti. De todas formas te has/n dado muy poco tiempo. En menos de un mes no se reconduce una situación como esa, con tantos casos particulares y de distinta índole y tan mal ambiente grupal. Ánimo! Y enhorabuena por tu autocrítica constructiva. Poca gente reconoce sus puntos débiles; más bien se tiende a echar balones fuera.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias por vuestros apoyos. Sobre todo el problema estaba en mí como figura de autoridad y de respeto para el alumnado. No basta con creérselo, sino también saber serlo y transmitírselo. Puede que fuese poco tiempo dos semanas, pero en la realidad hay que saber responder bien desde el principio, y ya no tenía más margen de tiempo. Sobre todo era controlar el ambiente grupal, lo otro se podía llevar si lo primero estaba controlado. Ya pediré ayuda para mejorar esto, a especialistas.
Eliminar¡Hola Rafael! Has tomado una decisión muy difícil y muy valiente, aunque, por todo lo que explicas, también muy meditada. Es una pena que no hayas dispuesto de más tiempo para poder reconducir esa situación. Te deseo mucha suerte en tus nuevos proyectos!
ResponderEliminarMuchas gracias por tus apoyos. Necesito ahora un tiempo para pensarlo, sin tomar decisiones precipitadas. En esta salía yo perjudicado, pero sobre todo ganarán los niños si llega alguien que tenga más experiencia en "ganarse" a niños con autoridad. Tal vez trabajar con personas más mayores sea mi camino, o la orientación. El tiempo lo dirá.
Eliminar