sábado, 1 de junio de 2013

Asesoramiento a familias con hijos-as "adictos" a redes sociales y videojuegos

En el marco de un proyecto de intervención desarrollado a finales del año pasado, se nos propuso diagnosticar e intervenir con adolescentes que realizasen un uso problemático de las nuevas tecnologías. En la calle, esto es conocido como "adicción" a las nuevas tecnologías. Para este caso, se nos pidió hacerlo sobre redes sociales y videojuegos masivos en línea. Voy a dedicar algunas entradas en mi blog a exponer las claves para la intervención con casos de adolescentes que, debido al tiempo excesivo que le dedican a estos recursos, las restantes facetas de su vida se ven perjudicadas: rendimiento académico, relaciones familiares, salud física, etc. No es un proyecto muy original, en el sentido de que conté con varios asesores-as y con la bibliografía que me aportaron. Simplemente he adaptado sus proyectos a mi contexto. En las entradas voy a reflejar algunos apartados interesantes, por si os sirviesen de inspiración para aquellos casos similares que diagnostiquéis en vuestras aulas. Empezaremos con el asesoramiento y colaboración con las familias.

La participación de las familias en nuestro proyecto es fundamental. La familia siempre participa de manera activa en las decisiones y en la negociación de las intervenciones. De hecho, habitualmente suelen ser las familias las que acuden a los especialistas para pedir ayuda para su hijo-a, y no el hijo-a, puesto que muchas veces éstos niegan que tienen un “problema”. Debemos tener reuniones periódicas con las familias e incluso sesiones para impartir charlas y orientaciones, y compartir nuestras dudas y experiencias sobre estos temas. Para ello, partiendo una vez más de la revisión bibliográfica y del asesoramiento de los especialistas en la materia, hemos elaborado unos criterios que orientarán nuestra intervención, siempre adaptándonos al contexto de cada situación específica de cada familia y de sus hijos-as:
  1. Antes que nada: Nunca prohibir por prohibir. Prohibir es una acción unilateral que no fomenta el diálogo y que seguramente servirá para aumentar aún más su interés. Debemos dialogar con nuestros hijos-as sobre su “problema” y llegar a un acuerdo. La comunicación es muy importante, porque en casos de crisis de identidad (se refugian en las redes sociales o en los videojuegos online dentro de un “yo ideal”), el apoyo social de la familia puede ser muy importante para favorecer su desarrollo y la creación de una nueva identidad social.
  2. En todo momento, dejar claro que todo esto es un proceso, y que el sujeto puede tardar en evolucionar más o menos tiempo según las características de cada uno. Siempre debemos adaptar nuestras expectativas a las características y posibilidades de los sujetos.
  3. Los jóvenes pueden adiestrar a sus padres y madres en el uso de las nuevas tecnologías, de su lenguaje y sus posibilidades; los padres, a su vez, deben enseñar a los jóvenes a usarlas en su justa medida, por ejemplo, orientándoles acerca de la información que no deben publicar en su red social y del tiempo a dedicar a la conexión, y de las consecuencias de relacionarse con personas desconocidas a través de la red. Las familias podrían conectarse a Internet y crearse su propia cuenta de red social e intentar, por las buenas, que sus hijos-as les agreguen como “amigos-as”. Así, las familias podrán estar al tanto de lo que sus hijos-as hacen en la red una vez que aprendamos a utilizarlas y saber investigar esta información (ej: “¿Mi hijo-a se relaciona con desconocidos en las redes sociales? ¿Revelan datos como la dirección de nuestra casa, o el número de teléfono?” Ojo, no es positivo que les obliguemos a nuestros hijos-as a que nos agreguen, ya que cuando son pre-adolescentes o adolescentes, quieren reafirmar su personalidad y unirse a una pandilla y “separarse” de sus padres. Pueden, por ello, no querer agregar a su padre o a su madre porque no van a sentirse cómodos en su red. Si acaso, convencerles para que agreguen a una persona adulta de confianza, como a un docente o a un primo o a un hermano-a, en su caso.
  4. Si el sujeto centra su vida social y de ocio conectándose a estos recursos, tal vez existe algún malestar psicológico inicial que le ha provocado eso. Hay personas que se refugian utilizando estos recursos porque sienten insatisfacción personal con su vida. Por ello, sería importante hablar con sus hijos-as acerca de cómo se sienten, investigarlo. Preocuparse por su estado de ánimo, ver si existe algún factor que le preocupa o desanima e intentar ayudarle y apoyarle lo máximo posible. También es importante darle afecto y que el hijo-a lo sienta, de modo que pueda mejorar su estado de ánimo. Este es el punto de partida para comenzar a estimular más el diálogo y la confianza entre todos los miembros de la familia.
  5. Tal y como mencionamos en el criterio 16 de diagnóstico, hay personas que, aunque utilicen de forma excesiva recursos como las redes sociales o los videojuegos, no quiere decir que sean adictos a esos recursos, sino que tal vez exista otra adicción, como el sexo. Esto hay que hablarlo con las familias para que nos ayuden a diagnosticarlo, a raíz de la conducta y actividades habituales de sus hijos-as.
  6. Antes de conseguir que el sujeto salga de su habitación o deje su móvil para conectarse a la red social, podríamos intentar conseguir que tenga interés en mejorar su relación con su familia e intentar resolver los conflictos generados a raíz de su adicción.
  7. No hacer que el sujeto se sienta “culpable”. Nadie es perfecto en este mundo, y tenemos que intentar alabar aquellas cosas que nuestro sujeto haga bien y asesorarle para mejorar aquellas otras en que necesita mejorar. Debemos asumir que todos cometemos errores alguna vez, y que esos errores forman parte de nuestro desarrollo como personas para seguir aprendiendo.
  8. Recordarles que no todo lo que ven “en línea” es verdadero. También debemos informarles sobre los “Spam” o la activación de programas “dialer” tras la aparición de algún reclamo publicitario.
  9. Pactar las horas de uso del ordenador y de otros aparatos tecnológicos. No es recomendable decirle que puede conectarse cuando, por ejemplo, haya finalizado sus deberes. Corremos el riesgo de que el sujeto haga rápido los deberes, sin concentrarse de manera adecuada o hacerlos de forma superficial y mal, para poder conectarse cuanto antes. Mejor establecer un horario fijo, y que no sea por la noche para favorecer que pueda descansar lo suficiente para rendir al día siguiente. Para favorecer que se duerma rápidamente y sin pensar en el ordenador, sería recomendable que al menos una hora antes de acostarse ya se hubiese desconectado.
  10. Programar actividades que le permitan al sujeto descansar de los videojuegos y de las redes sociales, invitando incluso a otros amigos-as suyos, o que conozcan a otras personas. Es importante fomentar las relaciones sociales con otras personas. Deben ser actividades que no estén relacionadas con estos recursos. Incitarles a que realicen otras actividades de ocio y culturales diferentes (deportes, cine, lectura, teatro, tertulias, voluntariado, etc) que puedan enriquecerles. Podríamos realizar actividades excitantes que les permitieran a los sujetos realizar comparaciones entre la excitación que reciben mientras están conectados a cuando están realizando esas actividades: Paintball, salto en paracaídas, bailar, etc. Sobre todo es importante que sean actividades grupales.
  11. No sobreprotegerlos cuando haya una dificultad o tengan problemas. Es importante que aprendan a interactuar en el entorno y resolver conflictos. Podemos ayudarlos, pero no evitar los problemas. Si los sobreprotegemos, su autoestima bajará más y no desarrollará habilidades sociales y para la vida fundamental, aumentando el riesgo de que prefiera estar en su casa conectado y escondido en el “anonimato” para evitar esos problemas.
  12. Ubicar los ordenadores en lugares comunes (por ejemplo, el salón), para poder controlar el tiempo dedicado a éste y los contenidos que están visualizando. Si no es posible, al menos situarlo en un sitio visible.
  13. Si adquirimos algún videojuego, debemos revisar siempre la valoración PEGI y consultar en revistas especializadas o en Internet información sobre dicho videojuego, para evaluar si su contenido es recomendable o no para ellos-as. Estaría bien que pidiésemos información sobre los videojuegos a los que habitualmente juegan nuestros hijos-as para analizar si su contenido es adecuado o no para ellos-as. Siempre deben ser videojuegos adecuados para su edad, y a ser posible que fomenten valores positivos. Y ojo, no basarse solamente en consultar las revistas especializadas, sino también otros foros o páginas web. Los criterios de las revistas especializadas en videojuegos no son criterios pedagógicos ni éticos; se basan, sobre todo, en la calidad de los gráficos, la novedad y el precio. Con respecto a la valoración PEGI que antes mencionamos, es un código de regulación de videojuegos, cuyo objetivo es proporcionar información sobre los contenidos y las edades recomendadas de éstos. Nos informa de la edad recomendada y de los contenidos del videojuego: violencia, lenguaje soez, contenidos relacionados con el consumo de drogas, representación de actividades delictivas, contravalores, etc.
  14. También podemos jugar con ellos a los videojuegos de forma que podamos conocer ese “mundo” en el que se encuentran y saber darle las recomendaciones adecuadas, y saber hablar con él sobre su “problema”. En el caso de los videojuegos online de rol, tienen la ventaja de que permiten jugar con más personas (opción multiusuario), y podemos hablar e interesarnos sobre las personas con quienes juegan y así poder dar pautas para que el juego online se lleve a cabo con seguridad. El hecho de incentivar el juego en familia permitirá compartir emociones y opiniones, ayudando a entender mejor el juego, sus ventajas e inconvenientes y a poder ejercer una tarea educativa.
  15. Frecuentemente se hace la pregunta de cuál es el tiempo máximo que se puede jugar a un videojuego o estar conectado a la red sin comprometer la salud. En nuestra opinión, no existe un período de tiempo válido para todos los sujetos, puesto que éste variará en función del tipo de juego (es el caso de los MMORPG, que están activos las 24 horas del día durante 7 días a las semanas, con continuos “movimientos”, no es lo mismo que otros videojuegos donde sólo tú juegas y eres quien decide parar, guardar la partida y seguir en otro momento, sin que nada cambie aunque haya pasado una semana desde que paraste de jugar y vuelves a retomar la partida), del hecho de que se juegue solo o en compañía, de la edad de los jugadores y de un cúmulo de circunstancias de segundo orden no generalizables a todos los sujetos (ej: climatología, sea o no época de exámenes, etc). Por ejemplo, en el caso de un videojuego, no es posible comparar el juego de acción con el de un simulador de vuelo que transcurre en tiempo real, porque las secuencias que se desarrollan están notablemente espaciadas en el tiempo y es habitual que requiera prolongados periodos, de modo que el juego puede transcurrir en diferentes sesiones. En unos casos, un tiempo comprendido entre quince y noventa minutos puede ser suficiente para la mayoría de usuarios; entre otros, el juego puede demorarse durante horas sin que ello constituya comportamiento desadaptado alguno.
  16. Negociar siempre los objetivos y la intervención que desarrollaremos con el sujeto con las familias (tanto la nuestra como la que ellos llevarán a cabo en sus hogares), y explicar con todo detalle todo el procedimiento que vamos a llevar a cabo, y darles a entender que siempre podrán solicitar nuestra ayuda en todo momento. Todos-as debemos formar parte de este proceso. Procurar no dramatizar demasiado a la hora de exponer los problemas, e intentar siempre hablar tanto de las cosas buenas y de los avances conseguidos como de aquellas dificultades que aún contemplemos.
  17. Siempre es conveniente aportarles toda la información necesaria sobre las características de las redes sociales y de los videojuegos, incluyendo sus ventajas e inconvenientes, las normas para un uso adecuado, y de lo que consiste ser un adicto a estos recursos, con todas sus consecuencias a corto, medio y largo plazo. Como ejemplo, se podría hablar sobre la vulnerabilidad de esas redes sciales, lo fácil que es acceder a esa información y, por tanto, hablar abiertamente sobre las fotos que cuelgan, los mensajes que dejan, la gente a la que aceptan en su red social, etc.
  18. Si tenemos varias familias, podríamos incluso organizar un seminario para trabajar todos juntos la intervención con nuestros hijos-as, compartiendo dudas y puntos de vista que nos permitan enriquecernos los unos a los otros. Si es así, es mejor hacer pequeños grupos de familias que todas a la vez, para favorecer el contacto y la participación de todos-as y que exista un ambiente más cercano y familiar.
  19. Podríamos, si fuese necesario, asesorar a las familias acerca del desarrollo evolutivo y psicológico por el que pasan los adolescentes en esta etapa y cómo pueden ser vulnerables a las adicciones, además de posibles estilos educativos y los factores de riesgo y de protección que pueden aparecer. También debemos asesorarles para que ellas, en sus hogares, trabajen la comunicación, la asertividad, la autoestima y la toma de decisiones.
  20. Ya hemos mencionado la importancia de programas actividades para hacer durante el día, incluso algunas con otras personas (hablar y dialogar con la familia, lectura, música, tertulias, deportes, voluntariado, pintura, estudios, etc) y en otros lugares diferentes. En cierto modo son como “alarmas naturales” que nos indican cuándo debemos de cambiar de actividad, y podríamos llevarlo a cabo con la ayuda de relojes o alarmas de tiempo.
  21. En el caso de que juegue a videojuegos online, cuando le dedique el tiempo establecido dentro de la terapia, podríamos proponerle que los amigos-as con los que juega, aquellos que sean cercanos, vengan a su casa y jueguen con él. Es importante convertirlo en una actividad más social, y que jueguen también familiares.
  22. Es importante que la familia colabore en el desarrollo de un autoestima positivo en sus hijos-as. Influye mucho la relación de apego que mantenga el hijo-a con su padre y su madre. Para ello, recomendamos un estilo equilibrado o “democrático”. Este modelo consiste en que la familia establece normas y exigencias pero siempre negociadas con su hijo-a y adaptadas a sus posibilidades, siendo éstas consistentes, razonadas y estables. Las estrategias educativas siempre se adaptan a cada situación, y a pesar de que haya exigencias y normas estables, a su vez hay muchas muestras de afecto y comunicación sin caer en la sobreprotección y sin haber autoritarismo por parte del padre y de la madre. El estilo equilibrado dará ligar a hijos-as con mayor competencia social, alta autoestima, autocontrol y autonomía. Puede ser muy influyente a la hora de saber prevenir o de intervenir en sus conductas adictivas.
  23. Junto con las familias, debemos desarrollar los factores de protección en los sujetos.

    Más adelante os expodremos otras ideas, el mes que viene, donde tocaremos la intervención directa con el alumnado.

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