Cuando
el alumnado finaliza el cuarto curso de Educación Secundaria
Obligatoria (ESO), una de las opciones académicas que tiene es la de
estudiar una rama de Bachillerato. El salto académico que supone el
pasar de 4º de ESO a 1º de Bachillerato es muy duro, al igual que
pasar de 1º a 2º, estando el alumnado bastante presionado por la
selectividad. Puede haber momentos en los cuales el alumnado tenga
dificultades para seguir el ritmo de las clases, tenga dificultades
para comprender los contenidos, o incluso no les vea mucho sentido.
También podemos encontrarnos casos de estudiantes que se han
matriculado en esta etapa porque no tienen clara su vocación, y
deciden seguir estudiando como una forma de “aplazar” esta
decisión a la vez que retrasar su incorporación al mercado laboral,
y ahora aún más viendo las dificultades que hay actualmente debido
a la actual crisis económica.
Por
una razón u otra, el alumnado puede sufrir momentos donde reina la
desmotivación. No es extraño encontrarnos a estudiantes que, tras
haber aprobado la ESO con unas notas aceptables, tenga dificultades
para adaptarse al ritmo que se le exige en Bachillerato. Esto
conlleva a que su nota media se vea disminuida e incluso suspenda
algunas asignaturas en el primer trimestre, lo cual suele ser
frustrante para muchos estudiantes. Y si es el caso de estudiantes
que no le ven sentido al Bachillerato, la desmotivación puede
aumentar, conllevando a que se planteen en abandonar los estudios.
¿Qué
podríamos hacer para prevenir situaciones de desmotivación e
intervenir cuando se produzca un caso de desmotivación? Me gustaría
aportar una serie de reflexiones personales, fruto de los debates que
hemos realizado profesionales de la educación y que en su día
fuimos estudiantes de Bachillerato y, por lo tanto, sabemos cómo se
pueden sentir muchos de los estudiantes de ahora:
1-Realizar
actividades de orientación profesional significativas en 4º de ESO
Es importante que, en 4º
de ESO, dediquemos el tiempo suficiente a realizar actividades de
orientación académica y profesional. Debemos diagnosticar sus
capacidades, intereses y motivaciones, y partiendo de ello iniciar
una serie de actuaciones cuyo objetivo sea evaluar y desarrollar la
madurez vocacional, diagnosticar y aumentar su nivel de auto-eficacia
y su auto-concepto, desarrollar la capacidad para tomar decisiones a
través del método “DECIDES”, asesorar sobre todas las
posibilidades académicas que tienen una vez finalizada la etapa de
ESO, realizar tests de personalidad (16-PF) que se contrasten con
tests de intereses vocacionales (Kuder-C) con el objetivo de
asesorarles sobre aquellas ocupaciones que puedan adaptarse mejor a
sus intereses y analizar si su personalidad es acorde a las
exigencias de dichas ocupaciones, fomentar la cultura emprendedora,
realizar visitas programadas a centros de formación y/o empleo,
trabajar la inteligencia emocional, etc.
El objetivo es asesorar y
ayudar al alumnado a saber qué es lo que desea hacer cuando sea
mayor, y decidir aquella actividad formativa que mejor pueda
satisfacer sus necesidades e intereses, además de orientarles acerca
de aquellas necesidades formativas y actitudes que pudiera necesitar
mejorar para saber afrontarlas de la mejor manera posible. Esto
ayudaría a prevenir a que haya estudiantes que se matriculen sin
motivación en esta etapa, lo cual puede ser una dificultad para
saber afrontar los retos que le deparará esta nueva etapa.
2-Diagnosticar las
necesidades e intereses de nuestro alumnado de Bachillerato
Tenemos que diagnosticar,
en nuestra aula de Bachillerato, cuáles son las necesidades,
motivaciones e intereses que tiene nuestro alumnado. Se han
matriculado en Bachillerato con el objetivo de adquirir una formación
y una titulación que les permita, sobre todo, acceder a los estudios
superiores, como sería estudiar un grado universitario. Puede que
los contenidos que estemos trabajando no logren satisfacer sus
necesidades, los encuentren aburridos o simplemente no entiendan el
sentido que tiene estudiar un contenido determinado. Por ello,
debemos primero diagnosticar estos intereses.
Una posible sugerencia
sería que el profesorado-tutor pasara el primer día un cuestionario
donde se reflejen cuestiones como las siguientes: Por qué te has
matriculado en Bachillerato y en esta rama, qué te gustaría
estudiar cuando termines esta etapa, qué es lo que te gustaría
aprender a lo largo del curso, cuál es el tipo de evaluación que te
gustaría tener y cuál no, qué significa “estudiar” para ti,
cómo te definirías como persona, cuáles piensas que son tus
virtudes y cuáles tus dificultades, etc. Posteriormente, debemos
organizar una asamblea en clase para contrastar diferentes puntos de
vista, principalmente referidos a las necesidades e intereses. Esto
nos ayudará a enfocar las asignaturas de forma que respondamos a
dichos intereses.
Vamos a suponer que
estamos en el Bachillerato de “Ciencia e Ingeniería”, y tenemos
a un importante grupo de estudiantes que desearían estudiar el Grado
en Ingeniería Informática. Para ello, podemos intentar plantear en
clase ejemplos de problemas relacionados con ingeniería informática,
y justificar cuál es la utilidad de trabajar dicho contenido para
estudiar Ingeniería Informática. En general, es importante en todo
momento justificar todo lo que hacemos, incluso en áreas como
Filosofía o Historia donde, para el tipo de alumnado del ejemplo que
hemos puesto, pueda resultarles algo lejano. Por ejemplo, la
Filosofía puede ayudarles a desarrollar la capacidad para
reflexionar y analizar el comportamiento de los seres humanos en
torno al uso de los ordenadores, y pensar en crear proyectos
informáticos que puedan satisfacer a las personas.
3-Renovar las
metodologías de enseñanza-aprendizaje, por unas más
constructivistas
La metodología de
enseñanza-aprendizaje puede resultarles aburrida. En general, el
Bachillerato no destaca por sus contenidos actitudinales, y ni
siquiera se trabaja a partir de competencias básicas como se realiza
ahora en las enseñanzas obligatorias. La cantidad de temario a
estudiar y aprender es elevada, y a un ritmo que puede resultarles
agobiante. Es por ello que aquellos estudiantes con más dificultades
o que vinieron con lagunas de la ESO puedan sentirse más
desmotivados. Por ello, plantearía enfocar una enseñanza más
constructivista.
Desarrollar una
metodología basada en la investigación, la búsqueda de
información, el análisis, el contraste de puntos de vista, el
trabajo cooperativo y el desarrollo de proyectos donde combinen
conocimientos y creatividad, puede resultarles más motivadora,
entretenida y a la vez conseguir que aprendan de forma significativa
y relevante. En Andalucía existe una asignatura llamada “Proyecto
integrado” que intenta aplicar estos principios, pero sería más
significativo integrar esta metodología en todas las áreas del
currículo.
El profesorado debe
diagnosticar las concepciones que presenta su alumnado con respecto a
la asignatura y temas concretos que va a trabajar. Puede partir desde
cuestionarios hasta asambleas. Posteriormente, sería conveniente
dividir al grupo-clase en pequeños grupos heterogéneos, a ser
posible cambiando su composición en cada proyecto para aumentar la
calidad de las relaciones interpersonales que se produzcan entre
ellos-as, y cada grupo debería desarrollar un proyecto. Cada grupo
tendrá un tema, pero siempre conectado con la temática que se esté
trabajando en ese momento. Por ejemplo, si estamos estudiando
Historia del Mundo Contemporáneo, un tema posible a trabajar sería
“La Revolución Industrial”. Un grupo podría realizar un
proyecto basado en la revolución agraria, otro grupo un proyecto
basado en la revolución de los transportes, otro grupo sobre el
nuevo modelo de organización de trabajo en las fábricas, etc. Se
les plantearía investigar, explicar los antecedentes y lo que pasó
después, entender la importancia de esta etapa histórica para
entender la situación actual de nuestro país y del mundo,
reflexionar sobre ella, e incluso proponer alguna propuesta de
investigación. El alumnado desarrollaría el proyecto partiendo de
las orientación que el docente les daría. El docente les podría
asesorar aportándoles material bibliográfico, recursos interesantes
de la Red, debatir algunas cuestiones que surjan, etc. Todos los
grupos expondrían su proyecto de la manera que quisieran,
realizándose una “evaluación entre iguales”, donde todos los
compañeros-as evalúan las aportaciones de todos-as sus
compañeros-as, aportándoles sugerencias para mejorar y valorando el
esfuerzo realizado.
Posteriormente podría
realizarse una prueba de ensayo donde el alumnado reflexione sobre
los aprendizajes realizados, piense cómo podría mejorar su actitud
en la asignatura, y qué debería de repasar más a fondo. No sería
conveniente evaluarles a través de exámenes donde se les pida la
memorización de todos los contenidos. En primer lugar, este tipo de
exámenes es una de las causas por las que muchos estudiantes deciden
huir de estudiar niveles superiores o estén desmotivados a lo largo
del curso, debido al esfuerzo mental que supone a la vez que, al
final, se le irán olvidando esos conocimientos. El alumnado es
consciente de ello, y por lo tanto consideran que es un esfuerzo que
solamente les valdrá para obtener una calificación numérica. En
lugar de esto, es mejor plantearles trabajos de ensayo, mapas
conceptuales donde esquematicen todo, resolución de problemas donde
tengan que aplicar todos sus aprendizaje, prácticas de laboratorio,
etc. Es importante que el alumnado esté activo en su proceso de
aprendizaje.
4-Dispone de una hora
semanal de tutoría lectiva en Bachillerato
La
acción tutorial es fundamental para establecer una relación
profesorado-alumnado que permita diagnosticar dificultades,
preocupaciones, motivaciones y conflictos dentro del grupo. Cierto es
que la acción tutorial se debe desarrollar continuamente y por todo
el profesorado, aunque cada grupo-clase disponga de un docente-tutor
asignado. Pero sería importante disponer de una hora semanal donde
cada docente-tutor pueda reunirse con todo su alumnado para debatir
cuestiones que les preocupen. El docente-tutor puede ayudar a motivar
a sus estudiantes cuando estén pasando por malas rachas, donde
tengan muchos exámenes y deberes y sea necesario aumentar su
motivación y autoestima. Dialogar entre todos-as para desahogarse,
plantear cuestiones sobre temas que les preocupen, resolver
conflictos que hayan surgido durante la semana contando con la ayuda
del delegado-a del grupo-clase, plantear sugerencias, realizar
actividades de relajación, trabajar técnicas de estudio, realizar
actividades de orientación profesional, etc. Es un momento donde
todos-as podemos relajarnos y expresar nuestras emociones, y poder
ayudarnos entre todos-as a superar nuestras dificultades y aumentar,
poco a poco, nuestra motivación.
El
orientador-a del centro puede incorporarse en algunas ocasiones para
ayudarles. Una adecuada atención psicológica puede serles útil
para aumentar su motivación. Un reciente caso que tenemos en otro
sector es el de la UD Las Palmas, equipo de fútbol de la Segunda
División Nacional. Comenzaron la temporada con muy malos resultados,
y el equipo directivo decidió contratar los servicios de un equipo
de psicólogos. Pues bien, dicha atención psicológica les ha
influido para que sus resultados progresen y estén ahora peleando
por los puestos de ascenso directo. También existen en el ámbito
laboral, así que, ¿por qué el tutor-a y el orientador-a no podrían
hacer lo mismo? Si motivamos a nuestro alumnado y les transmitimos
que tenemos expectativas positivas sobre sus capacidades y
posibilidades, podría producirse un “efecto Pigmalión” que
influyera en su rendimiento y en sus resultados. Hay que evitar, sin
embargo, no transmitir que tenemos unas expectativas demasiado
elevadas, ya que podrían agobiarse y frustrarse si no consiguen
satisfacer dichas expectativas.
El
problema sería encontrar un hueco dentro del horario semanal para
poder desarrollar la hora de tutoría lectiva. Una sugerencia que a
algunos se les ocurre sería eliminar la asignatura de Religión,
incluyendo su alternativa, de la etapa del Bachillerato, y dedicar
esta hora semanal al desarrollo de la tutoría lectiva. A cambio,
podría ofrecerse, como actividad extraescolar, talleres donde se
trabaje la fe cristiana y sus valores, entre otros temas
relacionados.
5-Crear una plataforma
virtual propia del grupo-clase con Moodle
El
alumnado puede tener dudas en cualquier momento, o necesitar trabajar
a distancia con alguien. Podríamos instalar la plataforma Moodle en
nuestro grupo-clase y agregar a todo el alumnado. En los foros de
discusión, podrían debatir algunas cuestiones que les preocupan,
consultar dudas, apoyarse los unos a los otros, resolverse dudas
entre ellos-as y contando con la participación del profesorado,
chatear entre ellos-as, enviar algunas tareas al docente, proponer
talleres donde el alumnado trabaje a distancia, subir materiales
telemáticos y audiovisuales que el alumnado podría consultar para
entender algunos conceptos (por ejemplo, un vídeo que muestre el
proceso de la mitosis celular), etc. Sobre todo debemos aprovechar
las posibilidades comunicativas de estas plataformas, creando una
“comunidad de aprendizaje” donde todos-as aprenden de todos-as,
ya que todos-as son personas que tienen algo valioso que aportarnos.
Para motivar su uso, el docente podría valorar positivamente la
participación en la plataforma, subiéndoles la nota para así
ayudarles a subir la media.
6-Colaboración de las
familias de los estudiantes con el profesorado-tutor
Es
cierto que, a veces, hay estudiantes que pueden sufrir presiones por
parte de sus padres y madres con respecto a las notas. Hay padres y
madres que desean que sus hijos-as obtengan muy buenos resultados
académicos pensando en su bien, o que en momentos difíciles no
sepan cómo motivar a su hijo-a. Algunos, por desgracia, les amenazan
con sancionarles si no obtienen buenos resultados, lo que conlleva a
aumentar su desmotivación. A nadie le gusta hacer algo, incluso
gustándole, pero a cambia recibir duras sanciones si no consigue los
objetivos a corto o medio plazo. Cierto es que puede haber
estudiantes que se distraigan de sus estudios y no le dediquen el
tiempo necesario porque prefiere realizar otras actividades más
entretenidas y placenteras (salir con los amigos-as o con la
parejita, jugar a los videojuegos, conectarse a las redes sociales
virtuales, jugar al baloncesto con su pandilla, sestear en exceso,
ver la televisión toda la tarde, etc.), y por ello necesitan un
mayor control, pero por otro lado tenemos a estudiantes interesados y
preocupados por su futuro académico, y que se esfuerzan pero tienen
dificultades para conseguir los resultados deseados. Además de
intentar siempre diagnosticar estas dificultades para intervenir
sobre ellas, es importante que la actividad motivadora que hagamos
desde las aulas no se vea contradecida por la actividad que realicen
las familias con respecto a este hecho. Por ello, es conveniente
convocar a los pares y madres a tutorías periódicas para debatir
estos temas y plantear, juntos-as, una intervención dirigida a
motivar a sus hijos-as. Aunque tengan dificultades, es importante no
privarles de sus ratos de ocio con motivo de desconectar de sus
obligaciones académicas. No debemos olvidarnos que son jóvenes, y
que tienen que desarrollar sus necesidades afectivas y sociales. Es
bueno asesorarles sobre cómo dialogar con sus hijos-as sobre los
estudios y sus dificultades, como motivarles de forma intrínseca,
mantener unas expectativas adecuadas, ayudarles y dejarle,
principalmente durante el fin de semana, un tiempo para el ocio.
Conclusiones
Podríamos abordar más temas y seguir profundizando, pero por el
momento vamos a establecer unos criterios iniciales. En general, la
comunicación entre alumnado, profesorado y familias es fundamental
para conseguir mantener un nivel positivo de motivación en el
alumnado, y sobre todo justificarle el esfuerzo que está haciendo y
debe hacer, pensando en los beneficios que tiene el seguir luchando
contra las dificultades. En el aula se podrían trabajar más en
técnicas y hábitos de estudio que poco a poco el alumnado debería
consolidar, y desarrollar una acción tutorial que permita, en todo
momento, que el alumnado se dirija al profesorado para consultarle
sus dudas e inquietudes. Si se siente a gusto en el centro educativo,
es otro factor para que siga motivado. Luego tendríamos que analizar
la calidad de las relaciones interpersonales que tenga dentro del
aula. Un test sociométrico con el posterior sociograma realizado
podría ser útil, ya que hay estudiantes que pueden estar
desmotivados debido a que no se siente incluido dentro del
grupo-clase o incluso sufre acoso escolar. Se recomienda en todo
momento analizar cómo se encuentra el alumnado a nivel académico,
social, afectivo y familiar para posteriormente analizar su
influencia en sus niveles de motivación.